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PROGRAMA DEL CURSO
Cristina Garaizabal, psicóloga, experta en problemáticas relacionadas con la diversidad sexual y el género
Nerea Velazquez Berrio. Socióloga, doctora en Estudios Feministas y de Género
Lara Gil y Cristina Tena, creadoras del podcast Nadie hablará de nosotras
Laura Macaya, experta en la aplicación de la perspectiva interseccional en la intervención social y el diseño de políticas publicas en género y fem
azahar lu, filosof*, poeta y tallerista y Lena Varas, actriz, performer y docente.
Presentación
A veces parece que nos olvidamos que la vida, y especialmente nuestra vida sexual, está llena de lugares incómodos, de experiencias que en ocasiones se parecen poco a lo que esperamos. Olvidamos que experimentar es siempre equivocarnos. Y que nos incomodan pero también incomodamos. Atravesar estos malestares forma parte de nuestro procesos de aprendizaje. La forma en que le demos respuesta, tanto individual como colectiva,construirá, en cierta medida nuestra identidad.
Como dice Sarah Schulman «en muchos niveles de interacción humana existe la oportunidad de confundir la incomodidad con la amenaza, la ansiedad interna con el peligro exterior y, a su vez, escalar en lugar de resolver». Y parece que las últimas guerras culturales en torno a la sexualidad y la violencia, las conocidas como las sex wars, están sabiendo apuntalar esta posición reaccionaria sin que desde los feminismos emancipadores se haya conseguido poner freno a esta pulsión. De forma que nos encontramos, en muchas ocasiones, una lectura moralizante de las relaciones sexuales, la pornografía o el BDSM, así como de la forma en que entendemos las violencias sexuales, que polariza y despotencia las prácticas que habitamos. Valorizando posiciones individualizadas, victimizantes y en muchas ocasiones punitivas que dificultan una respuesta colectiva y socialmente comprometida de las mismas.
Las sex wars no son algo nuevo. En EE UU, frente a la pulsión sesentayochista, que reivindicar el disfrute del sexro para las mujeres, surgió una corriente del feminismo cultural -o radical- conocida popularmente como antisexo, que consideraba el campo sexual como la base de opresión de las mujeres. Se produjeron fuertes discusiones en el feminismo en torno a cuestiones como la pornografía, la prostitución o la transexualidad desde finales de los 70 hasta la mitad de los 80 aproximadamente. Como dice Gayle Rubin, las feministas culturales –o radicales– del Estados Unidos de la época atacaron determinados eventos pero también a personas que consideraban “ostensiblemente inaceptables” porque defendían el BDSM o el porno. Se produjeron así los primeros intentos de cancelaciones para impedir hablar a las que no pensaban como ellas y para eso se echó mano de piquetes, bloqueos, amenazas a la universidad, coléricos ataques en medios o pasquines con un evidente desprecio por la verdad y utilizando pánicos morales o sexuales.
Como señala Nuria Alabao, para Paloma Uría, situar el sexo como base de la opresión, además de victimizar a las mujeres, conduce a un concepto puritano de la sexualidad. Esto implicaba concebir todas las relaciones entre hombres y mujeres como lastradas por la violencia, lo que extiende un cierto pánico y miedo a la sexualidad. Aunque podría no ser así, en la práctica se confirma que este tipo de feminismo “acaba reclamando, casi como única solución, que el Estado proteja a las mujeres de la violencia masculina. No puede haber planteamiento más contrario al espíritu revolucionario que inspiró al feminismo en sus inicios”, dice Uría.
Si el feminismo reaccionario moraliza nuestras relaciones el neoliberalismo cancela, despotencia y deserotiza nuestro deseo. Como señala Fisher, a partir de las reflexiones de Bifo, «la combinación del trabajo precario y las comunicaciones digitales conduce a un déficit de atención. Berardi sostiene que en este estado insomne y asfixiante la cultura se vuelve algo deserotizado. El arte de la seducción toma mucho tiempo, y según Berardi, algo como el Viagra responde no a un déficit biológico, sino a uno cultural: desesperadamente cortos de tiempo, energía y atención, demandamos soluciones rápidas. Como la pornografía, otro de los ejemplos de Beradi, lo retro ofrece la promesa rápida y fácil de una variación mínima sobre una satisfacción que es familiar».
En este curso nos preguntaremos sobre ¿qué están afectando algunas corrientes del feminismo en la forma en que entendemos el deseo y la práctica sexual?¿cómo ayuda esta forma de entender la sexualidad al capitalismo? ¿quién tiene derecho a incomodar y quién no? ¿es la incomodidad también es el aviso de que la norma falla y nos falla?¿cómo transformar estas incomodidades en potencias, en espacios de transformación?¿cómo liberar más tiempo para atravesar esa incomodidad necesaria, como indicador, reflejo, riesgo de nuestra participación, solidaridad y sororidad?
*Gracias al Seminario de Sociología Ordinaria y a Elena Casado por su inspiración
Metodología
El curso se compone de seis sesiones. Las dos primeras destinadas a proporcionar un marco teórico e histórico que encuadre la discusión que tratamos de abordar en el curso. Tres sesiones que buscan problematizar y aterrizar tres aspectos claves que atraviesan la sexualidad. En este caso sería la relación con el cuerpo, el consentimiento, conflicto y los efectos de los discursos punitivistas y finalmente la responsabilidad afectiva. Por último cerraremos el curso con un espacio de discusión y profundización donde podamos compartir colectivamente los contenidos desarrollados en el curso.