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Lisa y llanamente son una mierda. Con una frase, Leonor Silvestri contrataca y se desentiende de esa quimera morada que se llevó sus años de salud, juventud y fuerza, y que la abandonó en la primera oportunidad que tuvo, cuando más la necesitaba.
En esta autoficción barroca donde nunca queda claro quién habla, la autora que bien puede ser tanto la narradora como también la lectora -en ocasiones una joven entusiasta, en otras una vieja horrenda- analiza y expone las miserias de quienes, se supone, estaban de su lado (y también del tuyo) y se vendieron ni siquiera al mejor postor, sino al primero que hizo la oferta.
Un recorrido lleno de abusos y contradicciones por los anales del activismo que le tocó vivir; de cómo quienes venían de abajo solo volvieron la opresión más diversa, y cómo quienes venían de arriba siempre estuvieron conscientes de ello. Finalmente, ya tenían un destino: ser jefa, esposa, madre, patrona del progrerío y la hipogresía.
La dichosa venganza de las bonitas. No obstante, Leonor nos recuerda que, aun cuando no lo parezca, existe un horizonte crítico más allá de las operadoras del "ya fue", las portadas de Vogue o la publicidad de Gucci.