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En un futuro próximo los libros de historia explicarán que la Gran Recesión sumió en la pobreza a un cuarto de la población griega. Se añadirán datos sobre la deuda, el paro y el importe de los sucesivos rescates financieros; se estudiarán también las causas, y tal vez haya un reparto de culpas más o menos equilibrado. Pero no habrá espacio para relatar las historias minúsculas que se esconden detrás de una debacle.
La periodista Mariangela Paone viajó varias veces a Grecia a lo largo de un año y, en las brechas abiertas por las grandes estadísticas macroeconómicas, fue tejiendo su relato de la realidad griega. En estas páginas hay modelos de máscaras antigás que lucen en los escaparates de las tiendas del centro de Atenas, pero también hay popes pescando al atardecer en Salónica; están las colas de beneficencia solo para griegos organizadas por Aurora Dorada y la olla de 30 litros que el parado Constas pasea por Atenas para repartir comida a todo el mundo; el olor a leña quemada en invierno y la luz de verano que hace soñar con un turismo redentor que cuadre las cuentas; los médicos que cobran sobornos para atender a pacientes y los que montan ambulatorios para atender a inmigrantes sin papeles y a griegos sin seguro sanitario; los neonazis que amedrentan y asesinan, y todos los griegos que se enfrentan a ellos.