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El uso lúdico y libertario de las tecnologías digitales, iniciado por los primeros programadores y hacktivistas, se ha profundizado en las últimas décadas a partir de experiencias concretas que sorprenden en su irrupción y que contrastan con el desarrollo de estrategias tecnológicas para el control social y el provecho económico. A mediados de los noventa, el surgimiento espontáneo de una red de solidaridad con el EZLN fue un ejemplo inaugural del poder distribuido y transnacional de las redes activistas, agregaciones ad hoc, capaces de actuar e irrumpir a nivel global desde contextos diversos.
El devenir de estas redes activistas en todo su esplendor dio lugar al movimiento altermundista. Al alimentar estas potencias, el activismo comunicativo y hacker cobró enorme relevancia en los albores del nuevo siglo, poniendo en escena formas de hacer que rompen códigos y los moldes de lo establecido. A partir de 2010, irrumpen en escena las multitudes conectadas en las plazas de múltiples ciudades en el mundo, tejiendo constelaciones de sentidos y prácticas, que conectan el espacio de lo común con los flujos globales de la indignación. Se trata de la emergencia de una política prefigurativa abierta a toda la ciudadanía y que se enfrenta a nuevos riesgos. Explorar la relación entre redes digitales y movilización social es el propósito de este libro.