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La campaña del #MeToo es un cambio en el modo de combatir la violencia sexual y una alteración en el uso previsto de las redes digitales corporativas, orientadas a la ganancia y al consumismo. #MeToo es entonces un acontecimiento político, inesperado y radical, que rompe o va más allá de los esfuerzos de las declaraciones, las comisiones y los legalismos, aunque a su vez las impulsa hacia leyes y políticas públicas más eficaces, pero exige otras respuestas.
El #MeToo se salta todas las definiciones y todas las instituciones, jurídicas o no, que canalizan y atienden la parte más visible de la violencia sexual, los tribunales legales, las ONG, los centros de atención a las mujeres. El #MeToo expone en el espacio público digital, de forma inédita, un daño invisibilizado, extendido e incontestable, en un formato distinto: la agregación de testimonios personales donde los presuntos perpetradores quedan al desnudo. Como repertorio de acción contra el abuso, el acoso y la violación, el #MeToo es acción directa y es un hack propio de la cultura digital. Y ocurre al mismo tiempo que en las calles se grita: «Nos están matando».