Lejos de constituir un episodio aislado, o el producto de la locura de un grupo de fanáticos, la destrucción de las Twin Towers es una consecuencia dramática, pero previsible, de una globalización tecnológico-económica carente de instrumentos institucionales mundiales que puedan regularla y dotarla de una lógica democrática y progresista, una globalización en la que el sistema económico-financiero se organiza y despliega globalmente mientras que la democracia permanece atada al pesado carro del estado-nación. Nos enfrentamos a la primera de las crisis mundiales que la economía, la ecología, la tecnología, la demografía y el narcoterrorismo globales descargarán sobre una humanidad inerte a menos que se den pasos progresivos pero urgentes hacia la construcción de instituciones representativas democrático-liberales mundiales. El «síndrome de Pearl Harbor» (es decir, los enormes riesgos de seguir afrontando cuestiones globales mediante intervenciones de los estados nacionales), la existencia de un verdadero «apartheid planetario», los peligros derivados de la «crisis de control de la tecnología», las amenazas antimodernas del antiamericanismo, el carácter totalitario del régimen talibán, la batalla ideológica del nacionalismo tribalista contra una modernidad supranacional y universalista, las perspectivas que se abren desde «el colapso de los estados nacionales» hacia un orden democrático mundial basado en la globalización de la democracia, del estado del bienestar, de la justicia y de los derechos humanos son otros de los temas polémicamente desarrollados por el autor en su análisis de la crisis global abierta el 11 de septiembre.