Respecto al desarrollo de los diferentes procesos participativos hay que decir que no existe, ni debe existir, una ortodoxia común, ya que siendo la realidad, las realidades, distintas y cambiantes en cualquier contexto, serán las propias peculiaridades y tradiciones organizativas de cada sitio, o las que se vayan creando en el sí del proceso, las que resulten asumidas y válidas para esa población.La puesta en marcha de estos procesos implica apostar por la implicación gradual y progresiva de un conjunto cada vez mayor de personas que, pensando, diciendo y actuando sobre la realidad, construyan un tipo de participación "artesanal", en lo que tiene de bello y positivo el término: personal, distinto, único, irrepetible, alejándose de formas falsamente unificadoras y masificadas; sólo así cada cual podrá reconocerse como tal en el proceso y sentir que algo suyo está presente también en los resultados y las alternativas. Incluso si el resultado final no se correspondiera con las expectativas iniciales, ello no supondría en absoluto la desvirtuación del propio proceso iniciado, ya que el aprendizaje colectivo y las experiencias realizadas suponen, en sí mismos, un bagaje inestimable a la hora de iniciar nuevas experiencias, un genuino ejemplo de construcción colectiva del conocimiento.