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El mundo ni siquiera ha llegado a la Aldea de John Kiomba. El sol no se pone, la lluvia nunca ha caído y el invierno y el frío nunca se han parado en este remoto lugar de África. Entre tanto la vida fluye sin contratiempos entre sus habitantes. No existe la envidia ni la ambición. No conocen el odio ni la desesperación.
La tierra provee y ellos simplemente disfrutan de una vida apacible. Pero un día el sol se pone y arrancan las lluvias. Y los habitantes comienzan por primera vez a experimentar sentimientos contradictorios. Entre ellos, el primero, la ambición, y con la ambición la política. Y el político quiere ser el jefe. Y el resto no quiere ser sometido a algo que desconoce por completo. La vida se torna en algo diferente cuando las relaciones humanas se complican, y se inicia una lucha intemporal que acaba por envolver a todos los habitantes de los pueblos cercanos. A la política le siguen enfermedades, y a estas incluso la homoxesualidad. Algunos de los problemas más acuciantes de África son tratados aquí de forma casi humorística. A través de Luís Fernando podemos entender el África rural tradicional, donde la magia, el misticismo y la imaginación se unen con una realidad implacable que ha llegado con la colonización.