Presentación del libro El jeroglífico de la inocencia (Mandala, 2025). Con Vicente Haya y Rafael Millan.
En Ciudad Blanca, lugar indeterminado de la geografía española, un viejo mexicano de nombre Yoloxochitl, a sus 83 años, de camino al hospital a causa de un cólico nefrítico, sufre una parada cardio-respiratoria e ingresa cadáver. A los treinta y tres minutos vuelve a la vida; inexplicablemente, sin secuelas. Desde que recibe el alta médica, en su entorno próximo empiezan a producirse una serie de muertes de gentes más o menos indeseables del barrio en que vive. A pesar de que algunas de ellas podrían pasar por accidentes o muertes naturales, comienza a extenderse el rumor de que hay un asesino en serie suelto en Ciudad Blanca y Yoloxochitl se convierte en el epicentro de las sospechas. El comisario Jacinto, cuya personalidad hosca e intransigente contrasta con la delicadeza de maneras y la hondura de pensamiento del anciano, investiga su pasado en México y descubre claves que le llevarán a concluir que es él quien está detrás de todas esas muertes.
Pero tiene que ser cauteloso. Cualquier policía sabe que los expedientes más apasionantes son también los más arriesgados. La razón criminológica tiene forma de árbol: el pensamiento discursivo de un investigador se desarrolla según ramas principales de las que van brotando nuevas ramas. A veces, los casos se convierten en fantásticos gigantes vegetales, tan altos y alejados de la madre tierra, que mirar desde su copa hacia abajo resulta espantoso. El policía sería el mono que salta de rama en rama, con más o menos destreza, con más o menos fortuna, hasta que un mal día acaba despanzurrado en el suelo, como fruta caída del árbol del Bien y del Mal, que desde la noche de los tiempos crece para nadie
