Para envío
Dicen los médicos especializados que con el mero hecho de dibujar en la cara una mueca de sonrisa, una persona es capaz de cambiar de humor. Aseguran las estadísticas que un niño sonríe cuatrocientas veces al día, y un adulto solo veinte.
¿Hasta cuándo vamos a seguir soportando esto? Marcelo Aouila, carioca de toda la vida, reconoce en privado que en cada esquina de la vida cotidiana él ve una emocionante escena de acción, y no puede evitar adjudicar a cada situación un chiste, un enredo, una sutil y divertida crítica. Puede que sea la coraza de artista, que le protege de una ciudad llena de aristas, pero el caso es que así, poco a poco, se van completando colecciones que propagan la fina y suave ironía de un cronista necesario.