«El mundo», advierte Hessel, «puede perecer por la injusticia social y económica, o por la injusticia ecológica. O por ambas. No podemos permitirlo». Y añade: «Vosotros, españoles, en tanto que profundamente europeos y mediterráneos, lleváis con vosotros un formidable patrimonio. Estad orgullosos. Manteneos fieles a Europa y defended sus valores, para evitar que el mundo se estrelle. ¡Sed ambiciosos! ¡No os rindáis!». Así concluye el testamento político de Stéphane Hessel, escrito en los últimos meses para los lectores españoles y, desde España, para el mundo. El veterano resistente, heraldo de los indignados, condensa aquí su llamada a levantarse y a combatir por todo aquello que «está hoy amenazado por el poder insolente del dinero y la dictadura de los mercados». Con lucidez y con la sabiduría que le otorgaba haber sido testigo y actor de primera línea en el convulso siglo XX, Hessel lanza un ferviente llamamiento a no ceder ante la fatalidad, a comprometerse y actuar, convencido de que «la vía de la revolución, de las ideologías totalitarias, no conduce a ninguna parte», que es preciso «recobrar el apetito de la política, porque sin política no puede haber progreso» y que «Europa es nuestro único futuro», una Europa «fuerte, sólida, federal» que «seguirá siendo el resultado de la cooperación entre Estados y no una Europa de las regiones como algunos han pensado». El testamento político de Hessel, la voz que dio nombre a los indignados.
AUTOR/A
HESSEL, STÉPHANE
Stéphane Hessel nació en Berlín en 1917, pero vive desde los siete años en París. En 1939, recién iniciados sus estudios superiores, es movilizado. Dos años después, se une a la Resistencia y, en Londres, se incorpora a la Francia Libre del general De Gaulle. Apresado por la Gestapo en 1944, escapa de una muerte segura en Buchenwald al cambiar su identidad por la de otro preso. Tras la guerra, convertido en diplomático, Hessel colabora con las Naciones Unidas y, en 1948, forma parte del equipo redactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En 1977 ocupa el puesto de embajador de Francia ante la ONU en Ginebra. Defensor de la causa palestina, en los últimos años ha viajado varias veces a Gaza para denunciar la situación de la franja.