Librería Traficantes de Sueños
Entrada libre
Aforo limitado
Con la participación de Ignacio Gutiérrez de Terán y Naomí Ramírez traductores del libro y el periodista de la Cadena SER especializado en Oriente Medio, Álvaro Zamarreño.
«Una pregunta que me han formulado de manera recurrente algunos lectores de El caparazón, en especial los extranjeros: «¿Lo que se cuenta en el libro es real, todo eso ocurrió de verdad?». En ocasiones, la pregunta venía a ser la misma, pero planteada de modo más sutil: «Evidentemente, cualquier autor tiene derecho a introducir elementos de ficción en sus obras, por muy realistas que pudieran resultar. En su caso, ¿cuánto hay de imaginado, de invención, en los sucesos descritos en la novela?». Cuando les respondía que no, todo lo que han leído aquí es real, no me he inventado absolutamente nada, sus ojos me miraban con sospecha. No se lo podían creer.
Pero una vez iniciada la revolución —que había obligado a Al-Asad a exponer ante todos el culmen de su barbarie— uno de aquellos incrédulos volvió y me dijo: «Ahora sí me creo que todo lo que se cuenta en El caparazón puede ser cierto. A partir de ahora, la novela no podrá causar el mismo impacto que antes».
Mustafa Khalifa (Jarablus, Siria, 1948) estudió Derecho en la Universidad de Damasco hasta su primera detención en 1979. Al regresar a su país tras estudiar cine en París, fue de nuevo detenido en enero de 1981, pasando trece años, hasta octubre de 1994 en las cárceles de Al-Asad, la mayor parte de ellos en la prisión militar de Tadmur, experiencia que relata en el libro que presentamos: El caparazón. Diario de un mirón en las cárceles de Al-Asad, traducido a las principales lenguas y que ha valido a su autor reconocimientos como el Premio de la Prensa Libre, en 2014, en cuyo acto de recepción manifestó: «El ser humano sirio se encuentra rodeado por todas partes por la muralla de la muerte, una muralla levantada por las fuerzas fanáticas representadas por las milicias de Al-Asad, de Hezbollah y de las diferentes facciones de Al-Qaeda a las que el propio Al-Asad ha facilitado la entrada en Siria. El ser humano sirio comienza a perder la fe en aquellos valores de libertad, justicia y fraternidad que la humanidad ha transmitido a lo largo de la historia… y le resulta incomprensible el silencio ante los crímenes cometidos contra los sirios. Y es aún más incomprensible e injustificable el hecho de que se prolongue sin que se intente la más mínima acción para detener los crímenes contra los civiles».