La importancia de la obra de los historiadores marxistas ingleses no para de crecer. Los trabajos de EP Thompson, Cristopher Hill, Eric Hobsbawm o George Rudé son referencias inescusables para tener ejemplos de como se pueden mezclar la toma de partido político con el mayor rigor sin que ninguno de los dos terminos pierda intensidad. La reedición de uno de los mayores clásicos de esta corriente, públicado originalmente en 1969, es una buena oportunidad para comprobarlo.
Revolución industrial y revuelta agraria. El capitan Swing se abre señalando un hecho que a principios del siglo XIX separaba radicalmente a Inglaterra del resto del mundo: no existían campesinos. Tras una intensa oleada de cercamientos de las tierras comunales durante el siglo XVIII, las formas de tenencia de la tierra se habían transformado hasta presentar por un lado a un arrendatario encargado de la producción agrícola presencial y, por otro, a una masa de asalariados campesinos sin propiedad alguna. Un fuerte aumento demográfico en el campo unido a la creciente mecanización de las actividades agrícolas y al deterioro de las relaciones laborales tradicionales tuvieron como resultado la aparición de un enorme ejercito de reserva laboral y, como suele suceder en estos casos, una precarización generalizada de la relación salarial con formas de contratación altamente inestables. La respuesta del gobierno fueron las leyes de pobres una figura de la legislación social del antiguo regimen destinada al mantenimiento de la paz social por la que los pobres agrarios recibían un salario de subsistencia de la parroquía. El análisis de las leyes de pobres, en concreto de la versión de Speenhamland, que hacen Hobsbawm y Rudé se centra tanto en los efectos de subvención a los bajos salarios como en la dependencia territorial y política que supusieron para el proletariado agrícola. El efecto combinado de ambos procesos fue una fortísima pauperización.
En este marco se desarrolla el núcleo de la narración histórica, una serie de revueltas agrícolas a partir de 1830 que presentan características similares: destrucción de trilladoras, elección nada trivial puesto que estas maquinas reducieron en un 20% la necesidad de trabajo, quema de cosechas y graneros, recuperación del diezmo pagado al clero y toma del dinero de los arrendatarios y el envío de cartas amenazantes firmadas por un misterioso lider que, en realidad, era una metafora de la rebelión colectiva: el Capitan Swing. La narración de los hechos es absolutamente detallada, aldea por aldea, rebelión a rebelión, Hobsbawm y Rude, ponen nombres propios, fecha y características singulares a cada uno de los cientos de levantamientos que pusieron en jaque a autoridades, arrendatarios y clero en la Inglaterra cerealista durante 1830. Mediante metodologías completamente innovadoras en su día, como la revisión de las fichas policiales, de los periodicos locales y de las cartas que enviaban los rebeldes, se da cuenta de una de las principales preocupaciones de la historiografia marxista británica: hacer la historia desde abajo.