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¿En qué medida la imaginación produce nuestra vida afectiva? Lorenzo Vinciguerra retoma aquí una meditación central para la filosofía desde el siglo XVII, la relación entre nuestra capacidad de formar imágenes, el pensamiento y el cuerpo. Lejos de tratarse de una facultad "menor" del alma, condenada exclusivamente al error y el desvarío, la imaginación organiza una serie de cuestiones en torno al pensamiento del cuerpo, cuestiones que no solo logran remediar la indiferencia de la historia de la semiótica hacia Spinoza, sino que además vitalizan nuevas reflexiones artísticas. Tras el estudio de la noción de vestigium (traza), se verifica la genealogía corpórea de la imaginación y se ilumina su notable incidencia sobre los procesos cognitivos: entendida como conocimiento "por signos", la imaginación proyecta la posibilidad material de un estado autónomo de bienestar. El arte, así, atestigua una relación virtuosa entre mente y cuerpo donde su potencia se expresa como la posibilidad de trazar y ser trazados. Para esta investigación, Vinciguerra propone releer la obra de Spinoza desde una perspectiva origina