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La revista Resquicios, que publicaría sus seis números entre octubre de 2006 y abril de 2009, constituye un valiente ejemplo de lucidez política en unos tiempos en los que, en breve, podría contemplarse el colapso de la economía capitalista, aquejada por el irreparable declive en la extracción de las energías fósiles que alimenta su caldera, y la consiguiente decadencia de su sistema financiero transnacional y de las economías de sus estados-nación. Mientras los pilares del edificio de la dominación social perdían estabilidad, la publicación buscaba comunicar aquellos resquicios por los que se pudieran vislumbrar los elementos para una crítica radical inaplazable.
Los argumentos e iniciativas para una actividad de carácter antidesarrollista habían ido madurando desde comienzos del tercer milenio pero, a la par, se había ido enquistando una suerte de ambiente radical, que hacía de su presencia diletante la razón política de su existencia, ambiente para el que las propias publicaciones críticas se convertirían, más que en un estímulo para la acción y la reflexión, en recurso para el acopio de consignas, que justificaran su acomodo.
En este poco propicio entorno, los méritos de Resquicios, impulsados por su redactor Javier rodríguez Hidalgo, fueron evidentes. Además de huir de cualquier etiqueta radical (lo que llevó a la publicación a subtitularse como mera «crítica social»), cultivó un tipo de argumentación que, por extensa, quedaba fuera de los canales telemáticos al uso de la época, procurando, además de reflexiones sobre su momento histórico, las primeras traducciones de textos capitales para la crítica radical, materiales que, por su rigor y profundidad, se enfrentaban de por sí a la frivolidad con que se encaraba aquel periodo histórico de grave importancia.