Para envío
Un día leí una noticia de un naufragio en el Mediterráneo, otro más sin final feliz. Y se hablaba de datos, cifras, puertos y muertos. Pero una vida no es una cifra, una historia de caminatas por desiertos, de maltratos y de desesperación, no es un dato. Quise contar una de aquellas historias para desahogar mi tristeza y poner rostro a una de aquellas niñas. Nadie se arriesga a morir si lo que tiene en su hogar no es peor que la muerte. Y escribí mi primer relato; Samira.
Y así, poco a poco, la realidad me hizo poner nombre, cara y detalles a personas que nos rodean, a las noticias que leemos. Este libro habla de lo que tenemos alrededor, que podemos ver con sólo abrir los ojos. También habla de ilusiones, de nuevos amores y de cómo superar el dolor.
En todas las historias hay una parte de mí, no podía ser de otra forma. Y, sí, este libro sí es personal.
Y cuando el mundo bullía y todo no había hecho más que empezar, apareció Malagón, una persona que perfila con su stencil mágico los sueños que yo escribo. Apareció él y convirtió mis palabras en colores, las lágrimas fueron gotas de lluvia y los defensores de la verdad tuvieron armas con las que batallar. Él siempre encuentra la forma más elegante de contar lo que otros no verían sin sus viñetas. Y consigue algo que pocos artistas hacen, ponerme nerviosa esperando su última creación; la traducción perfecta y en color de lo que muchos queremos ver: un mundo en construcción.