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Estos poemas giran alrededor de una temática de hibridación, tránsito e impermanencia: insectos mutantes al servicio de las neurosis personales, componentes olfatogustativos, conciencia somática, plantas con mecanismos semihumanos y cosas que nos ocurren a las mujeres en el coxis y en la piel. Todos están preparados para ser declamados en directo como parte de un proyecto de spoken word.
Son textos que cruzan el papel para que la autora pueda colocarse con su propio anhídrido carbónico y hacer ademanes. Los lectores están invitados a hacer lo propio y salivar, leyéndolos en voz alta desde el balcón, o entre las sábanas. Pero también funcionan a la manera tradicional y pueden leerse, como artefacto quiromántico, en las hebras del fondo de una taza de té, en peluquerías y madrigueras, en la barra del bar esperando al amante y en la mesa de la cocina mientras humean las cacerolas y gotea el grifo.