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Raúl Mercado murió el mismo día en que decidió estrenar la camisa que reservaba para su funeral. No fue el único detalle que parecía planeado. Sesenta años antes, en una parcela familiar próxima a Suri, plantó un nogal para que un carpintero construyera el ataúd en el que quería ser enterrado. El 9 de agosto de 2002, en las inmediaciones de la terminal de autobuses de Yacuiba, aparecieron dos bolsas negras con los restos descuartizados de una niña que nunca logró ser identificada. Por los extraños derroteros de la superstición, a aquellos restos se les atribuyeron poderes milagrosos hasta convertirse en objeto de veneración para contrabandistas y traficantes. Son dos ejemplos de las historias contenidas en este libro sobre la muerte en Bolivia.