Para envío
«La noche, frente al mar. Ni el mar ni la noche me calman. Al contrario. Basta que pase la sombra de un marinero? Tiene que ser bello. En esa sombra, y gracias a ella, no puede sino ser bello. El barco contiene en sus flancos esos brutos deliciosos, vestidos de blanco y azul. Deseo cada sombra que entreveo. ¿A quién elegir entre estos machos, uno más bello que otro? Apenas suelto a uno y ya querría otro. Sólo me calma pensar que no existe más que un marino: el Marino. Y cada individuo que veo no es más que la momentánea -también fragmentaria, y reducida representación- del Marino. Tiene todos sus caracteres: el vigor, la dureza, la belleza, la crueldad, etcétera, menos la multiplicidad. Cada marinero que pasa sirve para compararlo con el Marino. Todos los marineros se me aparecen vivos, presentes; todos a la vez y ninguno de ellos por separado sería el Marino que componen y que no puede estar sino en mi imaginación, que no puede estar sino en mí y por mí. Esta idea me tranquiliza. Yo poseo al Marino.»
Jean Genet