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Pisar las canteras de mármol en la naturaleza nos da energía; caminar entre los mármoles de los cementerios nos empuja a la melancolía, al romanticismo que nos recuerda que todo pasa y todo queda; contemplar mármoles en los recintos arqueológicos y en los museos nos despierta la admiración por sus formas artísticas, pero lo que debe de ser increíble es nadar o bucear entre mármoles, en las llamadas canteras marinas, disponibles para buceadores y nadadores en el Mediterráneo.
El sueño de todo arqueólogo será encontrar ruinas en el fondo del mar y, aún mejor, recuperarlas y analizarlas. También ese es el sueño de una amante de los mármoles, aunque tengo la duda de si hay que recuperarlos o no, sacarlos de su morada entre corales, peces y algas. El mar es muy bondadoso, los ha tratado bien. Evidentemente, los que se han extraído han necesitado restauración pero tampoco no los ha estropeado en demasía. Podríamos decir que el mármol es tan resistente y fuerte que no ha dejado que Neptuno lo deteriore.