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Jack MacDonald, el narrador de «Mal dadas», es un joven granjero arruinado que pierde sus tierras al no poder pagar los impuestos. Entonces acepta trabajar para Smut Milligan, un antiguo compañero de colegio que tiene una gasolinera con tienda a las afueras de un pueblo cercano a la frontera entre Carolina del Norte y Carolina del Sur, donde vende alcohol y se juegan partidas de póquer y blackjack con apuestas altas. Al poco tiempo, Smut convierte el negocio, pequeño pero rentable, en un ambicioso salón de carretera con pista de baile, restaurante, cuarto de juego y cabañas que alquila por horas. En ese escenario la codicia va impulsando la acción de la novela, que desembocará en un desenlace inevitable. Aunque el salón de carretera y sus servicios secundarios tienen éxito entre los trabajadores de las fábricas y entre la gente bien con poco interés por cumplir la ley, las deudas que Smut debe liquidar para seguir adelante con el negocio conducirán a un asesinato brutal de consecuencias inexorables.
Con su brutalidad atroz y su lenguaje directo, la única novela de James Ross, que podría ubicarse en algún punto entre la cruda narrativa de James M. Cain y los primeros relatos de Ernest Hemingway, resultó considerablemente avanzada para el gusto de los lectores de la época por su realismo despiadado.