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«Atravesando aquella oscuridad (nunca abría los ojos) llegaba hasta él la voz profunda de Katia y de su niebla musical de pesares y despedidas, y posibilidades de felicidad perdidas, y de nuevo Rusia, una Rusia casi desconocida y lejana, con la misma nieve y los cocheros y las campanillas. Y fue en medio de aquel eterno llanto, aquella melodía gitana, aquel lamento continuado, cuando comprendí el error irreparable de aquella vida y de todo lo que nos estaba ocurriendo.»
Como otros escritores rusos, Gaito Gazdánov llegó a París en 1920 huyendo del régimen soviético. Establecido como taxista nocturno recorrió durante muchos años las calles de la capital bajo la luz de la luna, convirtiéndose en testigo de excepción de su vertiente oculta: el exilio, el alcohol, la prostitución y la locura. En "Caminos nocturnos" Gazdánov rememora tal experiencia, y rescata del olvido, a modo de redención, a ciertos habituales de aquel mundo subterráneo como la vieja Raldy, antigua cortesana, el alcohólico Platón, o Fedórchenko, exiliado a quien aguarda un trágico destino. De todos ellos ofrece Gazdánov un retrato crudo y veraz, a la manera de Céline, que sin embargo no elude ni el lirismo ni la humanidad características de la mejor tradición rusa. Testimonio elocuente de la aspereza existencial y de la condición de expatriado de su autor, "Caminos nocturnos" es una de las obras más relevantes del exilio ruso, que Sajalín editores publica por primera vez en castellano.