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Para Ivan Illich, «creer en la posibilidad de altos niveles de energía limpia como solución a todos los males» constituía el núcleo de la «ilusión fundamental». Hoy, en tiempos de crisis energética, se alimenta esta ilusión por las llamadas energías renovables. Si queremos comprender el laberinto de la energía, no podemos aislar la cuestión técnica de todos sus condicionantes políticos y filosóficos.
La historia de la energía es también la historia de la concentración del poder y, en ese caso, ¿cómo no ver en los modernos y titánicos artefactos renovables otro rostro grotesco de los avatares de esa concentración? Señalemos la paradoja: la energía es la fuerza que impulsa el mundo industrial, y su más flagrante punto débil: sostiene la paz con la guerra, la seguridad con la fragilidad.
Este equilibrio del desequilibrio impone una dependencia brutal del sistema técnico, cada vez más globalizado, y de los aparatos de poder, jerarquizados e incontestables. Toda idea de autonomía local e individual se pierde en beneficio de este Leviatán industrial. Cocinar, calentarse en invierno, bombear agua, hacer un simple desplazamiento o iluminar una sala de estar pasan a ser instancia de una gran emergencia técnica. Estamos invadidos por los modos de vida industrial.
José Ardillo (Madrid, 1969), ha colaborado con diversas publicaciones libertarias en España y Francia. Es autor de los ensayos Las ilusiones renovables (2007, Muturreko Burutazioak) y Ensayos sobre la libertad en un planeta frágil (2014, Ediciones El Salmón). Es autor, asimismo, de las novelas El salario del gigante (2011, Pepitas de Calabaza), La repoblación (Brulot, 2013) y Buenos días Sísifo (La vihuela, 2014).