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En la pequeña localidad de Walgett, lugar donde transcurrió una parte importante de la infancia de Kenneth Cook, había un viejo llamado Benny que tenía como mascota un enorme canguro muy dado a aporrear a su anciano dueño con las patas y la cola. De acuerdo a esta inclinación pugilística, el viejo Benny puso al canguro el nombre de Les, inspirándose en un célebre boxeador de la época. Les no suponía un problema para nadie salvo para su amo; sin embargo, ciertas circunstancias impulsaron al canguro a darse a la bebida, y fue así como Les se convirtió en un peligro público. Este episodio, recuerda Cook, supuso su primera confrontación con una persistente verdad que toda su experiencia posterior en innumerables viajes por el Outback australiano no hizo más que confirmar una y otra vez: en la dicotomía entre naturaleza y cultura, la naturaleza no es la parte inocente y buena, y el ser humano tuvo muy buenas razones para alejarse de ella.
En "El canguro alcohólico", tercer y último volumen de un vasto anecdotario con el Outback australiano como escenario, Kenneth Cook vuelve a dar cuenta de la aberrante fauna animal y humana que habita ese continente a medio camino entre lo silvestre y lo civilizado, en el que no es extraño encontrarse con ratones antropófagos, avestruces enloquecidos, escuadrones de rescate suicidas o emprendedores indigentes.