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En su drama Los destructores de máquinas, Ernst Toller plantea el tema del luddismo en clave expresionista. Se suceden en escena una serie de caracteres y actitudes que, ambientados en las revueltas de los tejedores ingleses contra la introducción de los nuevos telares a comienzos del siglo XIX, expresan la problemática relación entre tecnología y trabajo. Las vacilaciones, ambigüedades y traiciones de los personajes son, en definitiva, las contradicciones de la clase trabajadora respecto al impacto de la tecnología sobre sus condiciones de vida y trabajo. Toller mismo reconoce su intención de plasmar los conflictos, así como el choque entre rebeldes y revolucionarios y la lucha del hombre contra la máquina y su amenaza. Porque la máquina significa una amenaza real de paro, miseria y sobreexplotación para la población trabajadora. Con todo, la resolución dramática nos confronta con la doble dimensión, simbólica y práctica, de la máquina en tanto prejuicio de la ideología del progreso y dictado productivo del capital sobre el trabajo. Alejado de cualquier esquematismo maniqueo, Toller muestra el movimiento luddita con una objetividad que no es, sin embargo, neutralidad, ya que toma partido por la humanidad sufriente, por los hombres, mujeres y niños que padecen en sus propias vidas las consecuencias de la maquinaria.