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Théophile Gautier sintió desde muy niño un especial apego por los animales, y en particular por los gatos, seres en adelante indisociables de su paisaje íntimo y doméstico y del balance de su experiencia de vida. En Zoológico privado, involuntarias memorias de infancia y juventud y autorretrato al sesgo del autor, nos los presenta con profusión de detalles en su inquietante familiaridad, ya sea durmiendo a su lado o a los pies de la cama, sentados en el brazo del sillón que el autor empleaba para escribir, siguiéndolo en sus paseos matutinos por el jardín, jugando con sus libros o amenizando silenciosamente sus comidas, no sin robarle algún que otro bocado del plato. Pero el imaginario que Gautier nos revela en su recuento biográfico expande su mirada hacia otros seres afines, haciendo patente el vínculo que conecta sus trayectorias vitales y desplegando así toda una cosmovisión panteísta a través de su amor por la naturaleza. Perros, loros, caballos, camaleones, lagartijas, urracas? recorren estas páginas regalándonos gestos llenos de humanidad. He aquí el bestiario íntimo de un autor que, al decir de Baudelaire, se antoja a un mismo tiempo heredero y partícipe de «la gran escuela de la melancolía» creada por Chateaubriand. Un arca literaria que ha preservado para los lectores algunos de los mejores pasajes que se hayan escrito nunca sobre la condición animal.