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La comunidad terrible no es solo la comunidad de la contestación social o política, la comunidad militante, sino tendencialmente todo aquello que busca existir en cuanto comunidad en el seno de la democracia biopolítica (la empresa, la familia, la asociación, el grupo de amigos, la banda de adolescentes, etc...). Y esto en la medida en que todo compartimiento sin fin, en el doble sentido del término, es una amenaza efectiva para la democracia biopolítica, que se funda sobre una separación de tal calibre que sus sujetos ya ni si quiera son individuos sino solamente dividuos repartidos entre dos participaciones necesarias aunque contradictorias, entre su comunidad terrible y la democracia biopolítica. Por otro lado, una de esas participaciones debe inevitablemente ser vivida como clandestina, indigna e incoherente.