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?Si bien es cierto que vivimos tiempos de incertidumbre e impotencias, también lo son de inmensas generosidades y dinamismos creativos empeñados en poner en el centro el sostén mutuo, la vida y la alegría más allá de toda frontera?.
Desde esa profunda experiencia de misterio, la autora ha tejido una teología de las periferias que, más que especular, narra a un Dios que no es milagrero, ni castigador, sino que es aliento de vida, manantial de resiliencia, que sostiene, inspira, moviliza a la solidaridad y la creatividad. Un Dios, reciclador, dynamis, que nos empuja a rebuscar hasta encontrar, entre las cenizas del sufrimiento, la esperanza, y nos hace experimentar que solo en la projimidad y en el asombroso poder de los encuentros y los abrazos podemos ser plenamente humanos y humanas.