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LOS dos primeros libros de Louise Glück (Nueva York, 1943) son buena muestra de que el cambio ha sido desde sus inicios la característica más destacada de la autora, Premio Nobel de Literatura 2020. Publicado en 1968, Primogénita despliega en mitad de un paisaje lúgubre y enfermizo un mundo de relaciones brutales a las que la voz poética responde con amargura, decepción y disgusto a través de un estilo excesivo y elevado que recuerda a Robert Lowell y Hart Crane en la densidad de su sintaxis, el uso de la elipsis, la hipérbole y las imágenes duras e inverosímiles que yuxtaponen el vacío y la muerte con la fertilidad natural que rodea a la poeta. Este tono de furia y resentimiento, propio de una víctima indefensa, atrapada en un cuerpo deseante que solo la conduce a la humillación y la violencia por parte de amantes dominantes, familiares, médicos y la propia naturaleza, dará paso a un tono más resignado y calmado, controlado pero firme, en su segundo libro, La casa en el marjal (1975), que supondrá el des cubrimiento de su voz particular. El mundo y el cuerpo no son ya una amenaza, sino que ofrecen posibililidades (si bien a un cierto precio) a la voz de una poeta que encuentra en el lenguaje una puerta para cuajar en el orden simbólico el oscuro don de la experiencia.