Para envío
Las sociedades occidentales parecen haber perdido su futuro. Cuando Francis Fukuyama proclamó "El fin de la historia" luego del colapso del bloque del este, en realidad fue algo precipitado, pero sin querer, dio en el blanco: con el final de la competencia entre los sistemas comenzó también el final de la hegemonía oeste-este sobre el mundo.
La economía capitalista de crecimiento se extendía como principio fundamental sobre cada vez más países, y los arrastró, independientemente de su talante político, hacia una curva de modernización y aumento del bienestar que persiste hasta el día de hoy y que se acelera cada vez más; lamentablemente, con ella no sólo aumentó el bienestar, sino que también la destrucción del medio-ambiente.
Entretanto, en medio de la crisis financiera, del cambio climático, de la competencia por los recursos y la globalización de los ciclos económicos, hace mucho que ya no se trata de la configuración de un futuro abierto: todo impulso se detuvo. De lo que se trata ahora es de restauración, de mantener un "status quo" ya frágil, y en ese sentido, ya no se trata de política, sino de un bricolaje de apuro.