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La mañana del 11 de enero de 1912 el frío cortaba la respiración en Lawrence, Massachusetts. Antes de las 6 am, miles de bocas tragaron pequeños trozos de pan en cocinas oscuras; las mujeres alimentaron a los niños y se calzaron los abrigos para ir al trabajo. Ese día invernal, sin embargo, la tensión se transmitía en las miradas, en frases intercambiadas en diferentes lenguas, en rostros endurecidos. Las polacas fueron las primeras en salir a la huelga. 200 mujeres que al recibir la paga semanal y comprobar que les habían bajado el salario estallaron con furia y pararon la producción. Bajaron los brazos y al dejar caer hilos y agujas, condenaron a las máquinas a su impotencia de cacharros sin alma. Con ese gesto, iniciaron una lucha que iba a ser imparable, con más de 25.000 trabajadoras en huelga y una ciudad industrial paralizada por los piquetes. Una de las huelgas más importantes de la historia de la clase obrera en Estados Unidos fue protagonizada por decenas de miles de trabajadoras textiles, jóvenes, inmigrantes y precarias. Se desarrolló en Lawrence entre el 11 de enero y el 14 de marzo de 1912 y pasó a la historia como la huelga de Pan y Rosas.
Esta es una de las huelgas que Josefina L. Martínez recorre en la primera parte del libro ?¡No somos esclavas! Huelgas de mujeres trabajadoras, ayer y hoy?. Un libro sobre las luchas de las mujeres, atravesadas por la clase y las migraciones. En otros capítulos, la autora recupera la historia de la Revuelta de las mujeres contra el aumento de los precios en Barcelona, Málaga y Alicante en 1918; las huelgas de las inquilinas en las primeras décadas del siglo XX, las jornadas de lucha de las obreras que iniciaron la Revolución rusa y otros conflictos importantes, pero menos conocidos, como la huelga que hicieron las trabajadoras textiles de Induyco contra el Corte Inglés, en Madrid y Cáceres en 1977 durante la Transición española, entre otras.
La segunda parte del libro pone el foco en "algunas luchas actuales de mujeres trabajadoras, en medio de una pandemia mundial que afecta a las mujeres migrantes y precarias: historias de mujeres en la primera línea". Desde el grito de las jornaleras contra los abusos y la explotación en los campos de la fresa, pasando por las protestas de las enfermeras y limpiadoras en los hospitales en Madrid o Nueva York. Las nuevas organizaciones de trabajadoras del hogar contra la esclavitud moderna y las huelgas salvajes de las jóvenes que desafían la explotación en las maquilas globales, así como las que defienden los recursos naturales de sus territorios de las multinacionales.
El libro cuenta con la colaboración de la ilustradora Emma Gascó