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Los griegos, que habían reconocido muy temprano la prioridad de la metamorfosis sobre el ser, dieron a la inteligencia el nombre de "metis" antes de llamarla "logos", atribuyendo a la astucia preeminencia sobre la razón. "Metis" tiene por emblemas al pulpo y al zorro, y presenta cuatro rasgos característicos: la capacidad de volver el juego del enemigo contra este mismo, de esperar el momento oportuno, de desplegar múltiples giros, de ocultarse detrás de las máscaras. Todos esos rasgos se relacionan con el poder de la metamorfosis. En la época moderna, la inteligencia conserva una parte esencial de ese poder, y constituye definitivamente la parte metamórfica, estratégica de lo viviente, lo que hace imposible su domesticación ontológica.