En términos narrativos, pero también sentimentales, esta es la mejor historia que hemos tenido nunca. Si todavía alguien lo dudara, el fascinante argumento de este libro bastaría para demostrarlo. Carmen, una adolescente madrileña menuda e inexperta, llena de ideas sobre su vida y la de los demás, buena estudiante dispuesta a estudiar medicina, sintió el peso de la Historia con mayúscula y fue capaz de propulsarse desde la inicial minúscula de su destino hasta ponerse a su altura. Sabemos que no fue fácil, pero nadie lo adivinaría en la sencilla naturalidad que desprende su relato.Era lo que había que hacer y lo hice. Este lema, común al espíritu de miles y miles de republicanos españoles, preside el tono del libro, en el que, sin alardear nunca de ello, Carmen encarna el sentido de su propio apellido, Arrojo. El momento de las dudas había pasado y el del miedo insuperable no llegaría jamás. Con otros miedos se aprende a convivir, y la disciplina, la abnegación, la voluntad de ser útil eran otros nombres de valor mientras la indiferencia y el desconcierto hacían tanto daño como el enemigo. Pero Carmen Arrojo, menuda e inexperta como parecía, nunca perdió el sentido crítico, la capacidad de opinar por si misma y de disentir de los criterios ajenos. Eso la hizo todavía más valiente y más valiosa, en los pocos buenos momentos y en los muchos malos, mientras España resistía, cuando todo se derrumbó y aún después, hasta nuestros días.