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«Desafortunadamente, cuando se enseña la moral, cuando se hace la historia de la moral, siempre explicamos los Fundamentos de la metafísica de las costumbres y no leemos a Colquhoun, este personaje fundamental para nuestra moralidad. Inventor de la policía inglesa, este mercader de Glasgow [...] se trasladó a Londres, donde las compañías de navegación le solicitaron en 1792 para resolver el problema de la vigilancia de los muelles y la protección de la fortuna burguesa. [Es un] problema esencial [...]; para entender el sitema de moralidad de una sociedad, debemos preguntarnos ¿dónde está la fortuna? La historia de la orden moral debe responder a la cuestión de la ubicación y el desplazamiento de la fortuna».
Michel Foucault
Pronunciadas en el Collège de France en el primer trimestre de 1973, estas trece lecciones sobre la «sociedad punitiva» examinan cómo se han forjado las relaciones entre la justicia y la verdad que rigen el derecho penal moderno, y cuestionan lo que aparentemente les une al surgimiento de un nuevo régimen punitivo que aún domina la sociedad contemporánea.
En este curso ?muy probablemente preparatorio para el libro que se publicaría en 1975, Vigilar y castigar?, va más allá del sistema penitenciario, analizando el conjunto de la sociedad en la economía capitalista que desarrolla una nueva e singular gestión de la multiplicidad de las ilegalidades y de su imbricación.
Este ensayo se elaboró partiendo de un material histórico hasta ahora inédito, sobre la economía política clásica, los cuáqueros y los «Dissenters» ingleses y su filantropía ?cuyo discurso introduce lo penitenciario en lo penal?, así como la moralización del tiempo obrero. Michel Foucault se entrega, para su crítica de Hobbes, a un análisis de la guerra civil, que no la guerra de todos contra todos, sino una «matriz general» para comprender el funcionamiento de la estrategia criminal, cuyo objetivo es menos criminal que el enemigo interno.
La sociedad punitiva es uno de los grandes textos que relatan la historia del capitalismo. Así, nuestras ciencias humanas se revelan invariablemente, en un sentido nietzscheano, como «ciencias morales».