Los dos volúmenes que componen La obsolescencia del hombre constituyen, según palabras de su autor, ?una antropología filosófica en la época de la tecnocracia?, entendida ésta como ?el hecho de que el mundo, en que hoy vivimos y que se encuentra por encima de nosotros, es un mundo técnico, hasta el punto de que ya no nos está permitido decir que, en nuestra situación histórica, se da entre otras cosas también la técnica, sino que más bien tenemos que decir que, ahora, la historia se juega en la situación del mundo denominada ?técnica? y, por tanto, la técnica se ha convertido en la actualidad en el sujeto de la historia, con la que nosotros sólo somos aún ?co-históricos?.
El libro trata, pues, de las transformaciones que tanto los hombres en cuanto individuos como también la humanidad en conjunto han sufrido y siguen sufriendo por este Facttum. Estas transformaciones afectan a todas nuestras actividades y pasividades, al trabajo como al tiempo libre, a nuestras relaciones intersubjetivas e incluso a nuestras categorías. Hoy, quien todavía proclame la ?transformabilidad del hombre? es una figura del ayer, pues nosotros estamos transformados. Y esta transformación del hombre es tan fundamental que quien hoy aún hable de su ?esencia? es una figura de anteayer?.
?Se ha dicho de mi descripción del hombre contemporáneo que es unilateral, pues se limita a situaciones y actos de consumo, especialmente a la situación de la radio y la televisión. Este reproche pasa por alto lo principal de mi teoría, porque mi tesis se refiere a que casi todas las ocupaciones del hombre se han hecho dependientes de las ocupaciones de consumo o se han transformado en tales. Hoy ya no vale que el consumo interrumpa de vez en cuando nuestra existencia de no consumo, sino al contrario, que raras veces emerjan actos de no consumo dentro de nuestro continuum consumista.?
Es la primera vez que La obsolescencia del hombre ve la luz en castellano.
LA OBSOLESCENCIA DEL HOMBRE VOL. II
AUTOR/A
ANDERS, GÜNTHER
Nacido en 1902, fue soldado en la Primera Guerra Mundial<BR>a los 16 años; alumno de Husserl y Heidegger, ya en 1928 es uno de los más audaces denunciadores del hitlerismo como producto del capitalismo alemán, y en 1933 debe marchar al exilio con su mujer, la filósofa Hannah Arendt (la autora de La banalidad del mal, Poder y violencia, Eichman en Jerusalén). En Estados Unidos trabajará como obrero en fábricas y allí experimentará<BR>el significado de la dependencia del hombre a la técnica. En 1950 regresa a Alemania donde seis años después publicará su obra fundamental: Lo anticuado del ser humano. Visita Auschwitz y dirá: "Si se me pregunta en qué día me avergoncé absolutamente, responderé: en esta tarde de verano cuando en Auschwitz estuve ante los montones de anteojos, de zapatos, de dentaduras postizas, de manojos de cabellos humanos, de maletas sin dueño. Porque allí tendrían que haber estado también mis anteojos, mis dientes, mis zapatos, mi maleta. Y me sentí -ya que no había sido un preso en Auschwitz porque me había salvado por casualidad- sí, me sentí un desertor".<BR><BR>"No fue por su participación en el movimiento dada, ni tampoco<BR>por los dibujos del Rostro de la clase dominante (desde ahora puesto en un plano de igualdad con los Desastres de Goya<BR>o los dibujos de Daumier para la Cencerrada) por lo que Grosz fue conocido o renombrado en los mayores círculos extra-artísticos, sino por el escándalo que suscitó su obra Crucificado con máscara de gas."<BR><BR>(Günther Anders)