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En tiempos en que ya es imposible una teoría de la historia, lo único que es posible teorizar es el modo de proceder del discurso histórico. O los modos. Porque tampoco estamos en presencia de un discurso histórico único. Hay prácticas historiadoras. Teorizar a partir de singularidades, entonces, nada tiene que ver con hacer teoría desde la historia a partir de casos concretos. De lo que se trata es de teorizar cada experiencia historiadora, de reflexionar sobre las operaciones teóricas y metodológicas puestas en juego en la producción de una situación histórica. No se trata de teorizar cada singularidad sino el procedimiento puesto en juego para construirla: rescatar el tipo de herramientas y el modo de su utilización, transformar un recorrido práctico en experiencia teórica. No se trata, pues de practicar teorías -que no hagan nada con su aplicación, más que peso ideológico- sino de teorizar las prácticas en que estamos implicados. Para saltar de la oposición entre empirismo y teoricismo, digamos que no se trata de fundamentar una teoría en una práctica por vía deductiva: se trata de leer las prácticas.