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Marta vuelve a Madrid. Compra café, cigarrillos y un piso en el barrio que la vio crecer. Está decidida a volver a fumar, necesita que los arabescos de humo desplieguen la cortinilla ondulante que te arrastra al pasado en las películas.
Empieza por recibir a su bisabuelo Sixto, un chaval que llega a Madrid con una mano delante y otra detrás. Asiste al momento en el que Sixto se encuentra con Carmen, una mozuela de Lavapiés. Ellos fueron la raíz del árbol familiar en el que Marta piensa recrearse. Quiere ser testigo de lo que sucedió cuando ella no existía, iluminar los recovecos ocultos, asentar todas las historias, abrazar a todos los personajes. Una pequeña hoja que toma conciencia de todo el árbol.
De este árbol familiar cuelgan, naturalmente, fotos familiares, pero también cientos de abalorios extraordinarios. Hay viajes trasatlánticos, vicisitudes de la guerra, hijos secretos, postales de Biarritz, Buenos Aires y Benidorm, joyas desaparecidas, amas de cría y hasta un sultán.
Una historia madrileña que tiene su nido en la vieja Perfumería Inglesa de la Carrera de San Jerónimo y que se deshace en el vuelo de un millar de pájaros.