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No tenemos una historia ciudadana, y la necesitamos. La ciudadanía es lo político común a los individuos de las sociedades modernas: no se reduce a una suma de derechos y recursos. La reflexividad ciudadana abre a polémica esferas de la vida comunitaria; también lo hace con lo que ha quedado atrás en el tiempo, revalorizando en cada presente la capacidad de deliberación colectiva y el autogobierno con vistas al futuro.
Pese a encarnar la centralidad de la política en la vida social, la ciudadanía no ha sido el objeto de las Grandes narrativas de la modernidad: lo ha sido la nación, el Estado, el desarrollo económico, el movimiento obrero o la revolución y la contrarrevolución, por descontado la democracia; pero no lo común político que hace posible y subyace a todos esos otros fenómenos. Lo más elemental que falta es una narrativa que dé cuenta de su trayectoria histórica, una secuencia de sus dinámicas y vaivenes en el tiempo.
Este ensayo se centra en el caso español para pensar históricamente la tensión entre el interés colectivo y el particular inherente a la ciudadanía moderna.