Las historias de los republicanos perseguidos, nos evocan los lugares más comunes de nuestra ciudad, en una especie de recorrido negro necesario para ubicar los escenarios, porque el final de la obra la conocemos de sobra. Así pues, la cuesta de Santo Domingo donde vivió Camino Oscoz, las teresianas de la calle Mayor donde estudió, las escuelas de San Francisco donde mitineaba el rojerío de la ciudad, la Merced número 5 donde la Casa del Pueblo o la calle del Carmen de donde se la llevaron para pasearla constituyen el escenario central de esta tragedia que tiene demasiadas aristas abiertas todavía. Y eso mismo es el síntoma de cómo se han hecho las cosas. Las instituciones hasta hace bien poco miraban al infinito cuando hablábamos de esto, los archivos seguían mudos para quienes preguntábamos sobre este tema. Y buena parte de la sociedad, andaba queriendo pasar una página que no habíamos leído lo suficiente.