Fuegos insaciables que destruyen miles de especies animales y vegetales, pandemias, desarreglos climáticos, todo conspira para rubricar la quiebra del proyecto moderno de control integral de la naturaleza por la ingeniería humana. El derrumbe de las sociedades industriales se volvería si no seguro, por lo menos probable. A la sombra de ese curioso futuro sin porvenir, las nuevas sensibilidades políticas son modeladas por un discurso ecologista derrumbista, que no deja de extenderse. Esa toma de conciencia parece alentadora. Con la salvedad de que esta colapsología, en otras palabras el estudio de los derrumbes pasados, presentes y venideros, y de los medios de prepararse para ellos, bien podría no ser más que una enésima recomposición del Espectáculo. Tal conjunto de comprobaciones científicas, de grandes orientaciones éticas y de consejos prácticos de supervivencia participa en la ocultación de una parte de la ecología política. Esa que sin embargo llevó a cabo la crítica más pertinente del capitalismo industrial y propuso los caminos más seguros para zafar de esta situación. En este sentido, la colapsología es la ecología mutilada.