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Esta, la tercera entrega de la serie en la que Carlos Castaneda describe las enseñanzas de don Juan Matus, es considerada por muchos de los lectores de la tetralogía como la más valiosa. Aquí, el autor retoma desde sus inicios las conversaciones con el brujo yaqui, figura central de la narración, y se desprende de los alucinógenos y psicotrópicos como único medio para acceder a realidades distintas: se deja conducir hacia otras formas de percepción sin necesidad de consumir sustancia alguna. Esta vez, el centro de la trama se desplaza a la revelación del hombre occidental, quien, libre, natural y en armonía con la esencia de las cosas, alcanzará el estado místico del guerrero. Pero esta transición sólo sucederá después de superar arduos momentos de rebeldía, escepticismo y arrepentimiento.
Este Viaje a Ixtlán es una lectura esencial para todo aquel que se cuestione sobre el misterio del universo y que busque un aprendizaje profundo sobre cómo convertirse en cazador.
El camino que Carlos Castaneda ha emprendido continúa en Viaje a Ixtlán, donde describe cómo accederá al estado místico del guerrero y a otras realidades distintas, pero ahora ya no a través de alucinógenos o psicotrópicos. Su iniciación lo llevará a comenzar a "ver" como un "brujo" y a comprender la sentencia de don Juan: "Sólo como guerrero se puede sobrevivir en el camino del conocimiento [...]. Porque el arte del guerrero es equilibrar el terror de ser hombre con el prodigio de ser hombre".
"Alguna vez Bertrand Russel dijo que 'la clase criminal está incluida en la clase hombre'. Uno podría decir: 'La clase antropólogo no está incluida en la clase poeta, salvo en algunos casos'. Uno de esos casos se llama Carlos Castaneda."
Octavio Paz ("La mirada anterior", 1973)