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La voz adulta de Elsa devana con humor el ovillo de su infancia. En aquella época vivía en un gineceo donde debía aprender a acatar las reglas de la obediencia y otras artes domésticas de sus variadas madres. Todas ellas, de personalidades tan peculiares como artísticas, escondían secretos; todas temían al padre, cuyo poder imperaba como una sombra imponente sobre el hogar. Por eso Elsa un día planificará cómo matarlo. Entre la reconstrucción de un tiempo que ya no existe, el amor a los libros y el canto a la rebeldía, advierte que, en el telar de la vida, los filamentos se enroscan hasta convertirse en nudos o se pierden entre cabos sueltos absolutamente delirantes.